lunes, 13 de junio de 2011

Un templo de la literatura latinoamericana

En el corazón de la Recoleta, entre pasadizos de adoquines y árboles centenarios, se levanta un refugio de lectores, escritores, estudiantes e intelectuales: la Biblioteca Nacional. Su particular arquitectura la transforma en una suerte de mirador literario que alberga una de las colecciones bibliográficas más importantes de América Latina, con más de 100 mil volúmenes.

El 13 de septiembre de 1810, pocos meses después de la revolución y por iniciativa de Mariano Moreno, la Primera Junta creó por decreto la Biblioteca Pública de Buenos Aires, con sede en la célebre Manzana de las Luces, en la intersección de las actuales calles Moreno y Perú.

Los primeros libros se compraron con un fondo constituido por el patrimonio expropiado al obispo Orellana por orden de Moreno y Cornelio Saavedra, y las donaciones del Cabildo Eclesiástico, el Real Colegio San Carlos, Luis José Chorroarín y Manuel Belgrano. Diez años después de su fundación, la institución ya contaba con más de 17.000 ejemplares.

En 1885, su director, el francés Paul Grossac, traslada la sede a la calle México 564, la biblioteca adquiere el carácter de Nacional y el número de volúmenes llega a 62.707.

Jorge Luis Borges
Entre sus bibliotecarios y directores más destacados, se encuentran: Mariano Moreno, Cayetano Rodríguez, Saturnino Segurola, Luis José Chorroarín, Manuel Moreno –hermano y biógrafo del fundador–, Marcos Sastre, Carlos Tejedor, José Mármol, Vicente Quesada, Manuel Trelles, José Antonio Wilde, Groussac y el gran escritor argentino Jorge Luis Borges.

En 1960, mediante la Ley 12.351, se destinan tres hectáreas ubicadas en pleno barrio de Recoleta, entre las avenidas Del Libertador y Las Heras, y las calles Agüero y Austria, para construir la nueva sede. Ese predio había sido la residencia presidencial en la que vivieron nada menos que Juan Domingo y Eva Perón. Hoy, el único edificio que quedó en pie de la antigua residencia es la sede del Instituto Juan Domingo Perón. La obra fue adjudicada a los arquitectos Clorindo Testa, Alicia Cazzanica y Francisco Bullrich, cuyo diseño causó gran impacto debido a su estilo revolucionario.

Pero el inicio de las obras se demoró tanto que la piedra fundacional se colocó once años después, la obra finalizó en 1992 y el edificio fue inaugurado recién en 1993. El estilo arquitectónico, a veces denominado “brutalista”, llama la atención no solo de turistas y estudiantes de carreras afines, sino de cualquier transeúnte que pase por allí.

Dentro del patrimonio de la institución hay tanto textos de producción nacional como importantes obras extranjeras. Además, cuenta con 21 volúmenes incunables, entre los que se destaca Cuestiones de potencia Dei, escrito por Santo Tomás de Aquino e impreso en Venecia en 1476.

Dentro del edificio están las Salas de Lectura “Mariano Moreno” y “Gregorio Weinberg”, la Sala de Referencia “Héctor Yánover”, la Sala del Tesoro y la Sala de Lectura para No Videntes. Cuenta, además, con una Hemeroteca, una Fototeca, una Audioteca y Mediateca, una Mapoteca, un Archivo Institucional Histórico, un Archivo de Manuscritos y Partituras, y un Archivo Audiovisual de Danzas. Actualmente, también funciona en el edificio la Escuela Nacional de Bibliotecarios, fundada en 1956.

Si se accede por Las Heras, para llegar a la biblioteca hay que atravesar la Plaza del Lector, una suerte de oasis para los lectores urbanos que desean realizar su actividad en paz; y un bar temático, por el que deambulan, como fantasmas, diferentes personalidades de la cultura. No hay día que no pueda verse a su actual director, Horacio González, tomando un café en alguna de sus mesas.

Juan Ignacio Agosto

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